Esta vez no. Esta vez no lo van a dejar sin el monopatín. “Resulta que me voy a hacer un trámite en la Dirección de Ingresos Municipales (24 de Septiembre al 300), llego, entro con mi monopatín y me pongo a hacer la fila. En eso llega un municipal y me dice que no podía estar con el “aparato” ahí, que tenía que dejarlo en una cochera”. Esta vez, muy a diferencia de lo que había vivido en los años 80, Jorge se puso firme: “ni loco”, le contesté.
Jorge Bianchi tiene 58 años y se mueve en la ciudad en monopatín. Todavía es una rara avis, en la calle y entre sus compañeros de Tribunales, pero nunca como en aquella época. Cuenta que llegó a gerente de un banco local en el año 88. “Antes de que Menem nos mandara a usar la bicicleta por la suba de los combustibles, yo ya la usaba. Me parecía lo más práctico. Pero cuando llegué a gerente tuve tanta gente que me decía que no podía llegar en bici por mi cargo, que la terminé abandonando”.
Ahora no. Ahora parece que lo miran con ganas de comprarse un monopatín. Es que llega al trabajo en la mitad del tiempo del que llegaría en colectivo, gasta cero pesos, y hace algo de ejercicio. Muchos de los lectores lo habrán visto, desde sus autos atascados en embotellamientos, esquivando motos, y quizás habrán querido ser él.
En menos de 20 minutos
“Siempre, desde muy joven, me interesó el medioambiente, los vehículos sin emisión. La bici es uno de ellos. Pero en el tercer piso de Tribunales, donde trabajo todos los días, el ascensor es de 1x1 metro. Y, aunque parezca una locura, en Tribunales no hay dónde dejar las bicis... es algo por lo que estamos peleando”, cuenta el hombre. Es contador y trabaja en el Departamento de Compras del Palacio de Justicia.
Según relata, Jorge vivió seis años (2004-2010) en España y ahí cambió su modo de ver la movilidad urbana. “Ya de vuelta en Argentina, vi un compañero que iba en una bici con motor eléctrico a Tribunales y me pareció una buena idea. Después encontré un monopatín con motor, hace un año y medio, pero se rompió cuatro veces. Me había costado unos $15.000, pero no era bueno. Después opté por este sin motor y es una maravilla: es como ir flotando. Con dos patinadas hacés una cuadra”. Es cierto: LA GACETA lo acompañó en el recorrido desde Barrio Norte hasta los Tribunales de Barrio Sur y Jorge llegó en menos de 20 minutos, ni siquiera agitado, durante la mañana lluviosa del jueves.
Además de contador en Tribunales es fletero, juega al paddle y al frontón y acaba de comenzar natación... pareciera que Jorge tiene días de 36 horas, pero no. “Es que no me puedo quedar quieto”, justifica sin necesidad de justificar nada.
A diferencia de aquellos años 80, cuando lo criticaban, hoy lo aplauden y hasta lo admiran. Él sostiene que no hay nada que admirar ni celebrar, porque es simple: “es lo más práctico y lleno de beneficios. Para estas distancias no hay mejor medio de movilidad... es cuestión de probarlo y te das cuenta. El monopatín entra en todos lados, es plegable, no le molesta a nadie y creo, a pesar de la inseguridad, que te puede llevar a todos lados”, finaliza.